El viernes se despidieron,
como los grandes,
si ruido, sin alharacas,
con el enorme aval
de su trabajo
callado e incansable
en pos del prójimo.
Aunque no estén
Ella, las esperara
cada 15 de agosto,
con la puertas abiertas
de par en par.
Y si no las ve, pasara
por su casa, para rememorar
auroras desgranando
cuentas del rosario.
Nuestra Señora
de la Caridad guarde
por siempre
a quienes fueran sus hijas y camareras.